Me gusta verte despertar cuando se asoman los primeros rayos de sol por la mañana. Ver como pasas de la calma a la locura cotidiana a la que te has acostumbrado con el paso de los años. Y a pesar de la locura, aun veo en ti a esa muchacha, soñadora y llena de esperanza que vi nacer y crecer tímidamente, a la que vi aprender poco a poco de la bondad y la maldad de la gente.
Y a pesar de tu experiencia, no puedo evitar el querer protegerte, proteger esa frágil parte de ti que se esconde tras el vendaval de tu entereza, protegerte de la incertidumbre que te acecha.
Te haces la fuerte, y con sinceridad pones tu mejor cara, aun cuando muchos deciden darte la espalda o ignorarte, que se que es lo que mas te duele; pero no desmayes bonita, que veo en ti el renacer incipiente, y un horizonte lleno del canto de los pájaros celebrando tu existencia amable y valiente.
Me encanta verte vestida de colores en esos días de certeza en los que dejas que Dios venga a visitarte, esos días en que se disipa el gris de tu cabeza, y la apatía sale corriendo a ocultarse.
Tranquila hermosa Caracas, que desde aquí seguiré velando tu sueño intermitente, disfrutando de tus luces y tu gente, de tus atardeceres y de tus soles nacientes, seguiré encantado con tu risa y tus olores, y sobretodo muchacha, desde aquí, seguiré queriéndote. Firma: El Ávila.